La piel y el sistema nervioso comparten un origen embriológico común, lo que les otorga una relación íntima. La piel está equipada con numerosos receptores para neurotransmisores, cortisol y adrenalina, lo que la hace altamente sensible a cambios emocionales, estrés, ansiedad o falta de calidad del sueño. Una relación negativa de la piel con el sistema nervioso puede desencadenar o exacerbar una variedad de afecciones cutáneas crónicas como acné, psoriasis, dermatitis atópica, prurito, vitiligo, alopecia entre muchas otras. Es importante que los dermatólogos reconozcan el impacto del estrés en la salud de la piel y eduquen a sus pacientes sobre la importancia de manejarlo para de esta manera tener mayor probabilidad de éxito en el manejo de la enfermedad. Introducir técnicas de mindfulness, como la respiración consciente y la atención plena, puede ser beneficioso para ayudar a los pacientes a lidiar con el estrés de manera efectiva. El mindfulness implica estar presente en el momento actual sin juzgar, lo que puede reducir la reactividad al estrés y promover una sensación de calma y bienestar. En resumen, para abordar de manera integral las afecciones cutáneas crónicas, es crucial que los dermatólogos reconozcan y aborden el impacto del estrés en la piel, y fomenten técnicas prácticas y sencillas como parte del manejo integral de los pacientes.